Buena
reflexión e invitación de Lluís Bassets a su post “El
año del jazmín” y excelente recordatorio de la dignidad de Lambda. Gracias.
Son muchos los jazmines perdidos en mi memoria. El primero que recuerdo es el de la foto en blanco y negro de La niña de la histórica foto de Vietnam andando desnuda por una carretera durante la guerra. La niña Kim Phuc de nueve años que corría desnuda y aterrorizada al momento de la fotografía que recorrió el mundo mostrando la crudeza de la guerra de Vietnam, se encontró con el periodista Christopher Wain de ITN que contribuyó a salvarle la vida. Era el 8 de junio de 1972, y apenas había yo despertado del largo camino de la infancia cumplidos los 17 años. La sucesión de imágenes de jazmín sería interminable con las sucesivas hasta la actualidad superpuestas, a las imágenes moralizadoras de los filmes de la infancia de Walt Disney, determinan el uno que soy del múltiple de nacimiento.
Lambda mil gracias por recordarme el pensamiento: "Todo hombre digno
presta su destreza a la sociedad, esperando una retribución justa. Si esta
condición no se logra pasado un tiempo, no podemos esperar sino estar en un
choque de las mentes mezquinas, falsas, que están devastando a la fuerza lo que
quieren...".
Ciertamente la democracia solo es el tránsito a la plena libertad y libre
elección del jazmín, que sigue confinado en nuestro particular jardín. No estoy
seguro del pensamiento de Thomas Hobbes de que “el hombre se mueve
continuamente como una máquina para alcanzar sus deseos”, salvo por la ciega
inercia de los genes.
Mientras nuestro propio diablo siga dominando nuestros actos y no sea reducido
a los confines de las necesidades fisiológicas, no pienso que el jazmín de la
dignidad esté a salvo. Internet ciertamente puede ser de gran ayuda para
superar el trance de la inconsciencia en que estamos la inmensa mayoría y nos
ayude a despertar del largo letargo con la ayuda de los medios.
Es poco probable una máquina de prever mientras el hombre sea hombre y no esté
libre de la tentación a jugar a ser como Dios. Así, seguiremos sin poder
fiarnos de cuanto nos informan los sentidos, salvo que terminemos por anularlos
y actuemos como máquinas, arto dudoso por no decir imposible. La naturaleza se
rige por leyes que solo conocemos mínimamente y estamos muy lejos de llegar a
comprenderlas por mucho genomas que secuenciemos y potentes máquinas que
diseñemos para realizar cálculos, algoritmos o cuanto queramos. La única
máquina que se me ocurre es la máquina biológica del instinto, que trasladada
al mundo virtualizado horizontal a todos los niveles sería Internet.
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